Esta novela es un thriller histórico. Es thriller porque está escrita con un trasfondo de novela negra siempre inquietante: los celos que conducen al crimen; la dominación y corrupción política ancestral insertada en el quehacer cotidiano, la búsqueda del autor de los horribles sucesos; la guardia civil inoperante, el suicidio como reparador de la ignominia contra las mujeres… También la podemos calificar como histórica debido a que la acción de la trama se desarrolla durante el levantamiento cantonalista y la Primera República española de 1873, mostrándonos la aguda visión de lo real que conforma la pulsión política, social y revolucionaria de aquella época, cuajada de peligros y esperanzas, de ilusiones y experiencias nuevas, y su concreción en la cotidianidad de las ciudades de Murcia, Cartagena, Abarán y de la capital, Madrid.
Pero lo esencial del relato es la reclamación, el litigio y la incertidumbre insistentes de tres maestras –cada una en un contexto temporal distinto– por la implantación de una educación sustentada en ideales más avanzados para las niñas y niños pobres del pueblo de Abarán (y por extensión de toda España), frente a la instrucción tradicional y religiosa secularmente imperante. La ubicación de una escuela en una tahúlla (tierra de regadío) ante el requerimiento de una herencia entre un aristócrata-burgués y una de sus asistentas, su hija y una alumna, es el marco de referencia en el desarrollo del tejido argumental que conducirá al lector hasta el inesperado desenlace, el cual propiciará una profunda reflexión sobre todo lo acontecido hasta ese momento.
Personajes históricos como la reina Isabel II, el sexenio revolucionario, el rey Alfonso XII –y los intentos de magnicidio–, el rebelde Antonete Gálvez y su intentona cantonalista murciana, y las consecuencias derivadas de estos acontecimientos en el orden social y político configuran, en suma, un entorno que alumbra unos hechos históricos y una apasionante aventura que pueden leerse con la misma tensión con que los describe una de las protagonistas.